Nostalgia
Cuando era más chico lo único que quería era arrancar de mi terruño, me quedaba chico, me quedaba fome, me quedaba feo, me quedaba incómodo… no me quedaba; así es que apenas pude, huí hacia la biggest shilean city, me estacioné, eché raíces, me enamore, me desenamoré, me volví a enamorar, me volví a desenamorar, de nuevo me enamo……yaaa, etc. etc. Encontré grandes amigos y terribles enemigos. Me estresé en la U, me quemé las pestañas, me quemé los dedos, me corté, tomé con mis profes, tiré piedras, me mojó el guanaco, acampé en la U y dormí en los pastos y en las clases y en la cafeta y encima del tablero y hasta parado en el metro.
Todos odian Santiago pero yo no puedo, entre tanto querer huir y entre tanto recorrerla a la fuerza y porque soy caminón por esencia, le encontré esa gracia que muchos dicen que no tiene, o que perdió hace mucho. Tuve la oportunidad de observar Santiago desde muchos puntos de vista, me enseñaron a pintarlo con los colores del alma y a mirar la lluvia a través de las luces de la calle, aprendí a mirar a los niños jugar en las poblaciones y a los cuicos jugar dentro de sus fortalezas mientras las nanas pasean a los perros en la calle. Descubrí el valor de una sonrisa coqueta en el metro, y también el de un codazo bien puesto para poder bajar.
Nada que hacer, llegué a Santiago y me conquistó, me acostumbré a esa ciudad, pero nunca tanto como para dejar de observarla, todo lo mío esta en esa ciudad, menos una cosa… una gran oportunidad; esa la encontré donde nunca pensé que estaría. Ahora estoy lejos y la echo de menos. Las cosas que extrañaba en Santiago las extraño aún más acá, y ahora le sumo más cosas que extrañar, en especial a mi ángel de la guarda, pero eso se solucionará dentro de poco.
Espero tener tiempo y neuronas para contar mi aventura provinciana, podría mostrar fotos, pero me robaron la cámara (cosa que nunca me pasó en Santiago)… cosas que pasan.
Todos odian Santiago pero yo no puedo, entre tanto querer huir y entre tanto recorrerla a la fuerza y porque soy caminón por esencia, le encontré esa gracia que muchos dicen que no tiene, o que perdió hace mucho. Tuve la oportunidad de observar Santiago desde muchos puntos de vista, me enseñaron a pintarlo con los colores del alma y a mirar la lluvia a través de las luces de la calle, aprendí a mirar a los niños jugar en las poblaciones y a los cuicos jugar dentro de sus fortalezas mientras las nanas pasean a los perros en la calle. Descubrí el valor de una sonrisa coqueta en el metro, y también el de un codazo bien puesto para poder bajar.
Nada que hacer, llegué a Santiago y me conquistó, me acostumbré a esa ciudad, pero nunca tanto como para dejar de observarla, todo lo mío esta en esa ciudad, menos una cosa… una gran oportunidad; esa la encontré donde nunca pensé que estaría. Ahora estoy lejos y la echo de menos. Las cosas que extrañaba en Santiago las extraño aún más acá, y ahora le sumo más cosas que extrañar, en especial a mi ángel de la guarda, pero eso se solucionará dentro de poco.
Espero tener tiempo y neuronas para contar mi aventura provinciana, podría mostrar fotos, pero me robaron la cámara (cosa que nunca me pasó en Santiago)… cosas que pasan.