Lo Frágl de la Locura
Lo Frágil de la Locura
La Renga
Despedazado por mil partes, 1996
La sangre se inquietaba en mis venas
La Renga
Despedazado por mil partes, 1996
La sangre se inquietaba en mis venas
Y aquel verano al norte partí
Para olvidarme de mi rutina
Y sentirme liberado al fin
Ver la tierra bañada de sol
Respirar aire de las alturas
Llenar el cuenco de mis ojos
Con lo más frágil de la locura
Pero también la realidad mostró
Otro reflejo en ella
Cuando me habló de un hermano al que también
Le llevó la huella
Ya que vas a escribir
Dijo cuenta de mi pueblo
Pobreza y dolor sólo trajo el progreso
La cultura de la traición y los indios
En los museos
Me invitó a mascar de su hierba
Y a morder de la pura verdad
Me preguntó de qué se ocupaban allá,
En la Capital
Y yo sólo tuve palabras para definir la injusticia
Y qué sólo aspiraban al fruto de la propia codicia
Al fin vi la tierra bañada de sol
Respiré aire de las alturas
Y llené el cuenco de mis ojos
Con lo más frágil de la locura
Ya que vas a escribir
Dijo cuenta de mi pueblo
Pobreza y dolor sólo trajo el progreso
La cultura de la traición y los indios
En los museos
Hace un par de semanas me encontré rocanroleando una vez más en un concierto de La Renga, escuchando mis canciones de cuna que se han transformado en mi música de cabecera. Canciones que he escuchado incontables veces, que coreo de principio a fin como si cada una fuera la que más se escucha en la radio.
Pa’ que voy a decir que en el concierto escuché con atención la letra de Lo Frágil de la Locura, porque sería mentira, solo la canté a todo pulmón; pero después en alguno de mis ratos de divagación musical mientras estoy haciendo como que diseño algo, comodito y tranquilito en mi escritorio, me pegué los alcachofazos de cómo esa canción esboza en algo mi cuento en Parral.
Si bien no arranqué de Santiago para olvidarme de mi rutina, y solo tropecé con este pueblito tranquilito y ultramega parodia del “provincianismo” chileno, estar contento acá, tranquilito acá, con la persona que quiero acá, viviendo de amor, cebolla y pan, me hace sentir que estoy llenando el cuenco de mis ojos con lo más frágil de la locura. Si bien acá también hay muchos que aspiran el fruto de su propia codicia, mi pega en parte ayuda que el progreso traiga algo más agradable que pobreza y dolor, si yo no le encontrara la poesía a lo que hago, estaría más que cagado buscando la manera de arrancar rapidito de acá y, no me costó mucho encontrársela, capaz que sea masoquismo pero yo prefiero llamarlo vocación, me gusta mi cuento acá, me gusta la gente que conocí acá, me gusta el trato que recibo acá, y sobre todo me gusta levantarme ½ hora antes de entrar a trabajar y dormir siesta después de almuerzo. Ese tipo de cosas llena el cuenco de mis ojos.
Ahora los lleno con lo más frágil de la locura, porque ya paso mi tiempo de llenarme de lo más heavy de la locura, hay cosas que son demasiado para cualquiera, probablemente si dijera que de algo arranqué de Santiago, fue de eso, de la locura heavy, de la locura en mala, de esa que no te deja vivir, ahora me quedo con la locura en buena, lo más frágil de esta; siempre locura claramente, cuando eso se me acabe, me empiezo a preocupar, sigo cantando a todo chancho mientras la gente me mira con cara de dedondesalioestepastel, sigo bailando frente a las viejitas que esperan al abogado, y sigo siendo el mismo patúo de siempre… el mismo de siempre.
Hace un par de semanas me encontré rocanroleando una vez más en un concierto de La Renga, escuchando mis canciones de cuna que se han transformado en mi música de cabecera. Canciones que he escuchado incontables veces, que coreo de principio a fin como si cada una fuera la que más se escucha en la radio.
Pa’ que voy a decir que en el concierto escuché con atención la letra de Lo Frágil de la Locura, porque sería mentira, solo la canté a todo pulmón; pero después en alguno de mis ratos de divagación musical mientras estoy haciendo como que diseño algo, comodito y tranquilito en mi escritorio, me pegué los alcachofazos de cómo esa canción esboza en algo mi cuento en Parral.
Si bien no arranqué de Santiago para olvidarme de mi rutina, y solo tropecé con este pueblito tranquilito y ultramega parodia del “provincianismo” chileno, estar contento acá, tranquilito acá, con la persona que quiero acá, viviendo de amor, cebolla y pan, me hace sentir que estoy llenando el cuenco de mis ojos con lo más frágil de la locura. Si bien acá también hay muchos que aspiran el fruto de su propia codicia, mi pega en parte ayuda que el progreso traiga algo más agradable que pobreza y dolor, si yo no le encontrara la poesía a lo que hago, estaría más que cagado buscando la manera de arrancar rapidito de acá y, no me costó mucho encontrársela, capaz que sea masoquismo pero yo prefiero llamarlo vocación, me gusta mi cuento acá, me gusta la gente que conocí acá, me gusta el trato que recibo acá, y sobre todo me gusta levantarme ½ hora antes de entrar a trabajar y dormir siesta después de almuerzo. Ese tipo de cosas llena el cuenco de mis ojos.
Ahora los lleno con lo más frágil de la locura, porque ya paso mi tiempo de llenarme de lo más heavy de la locura, hay cosas que son demasiado para cualquiera, probablemente si dijera que de algo arranqué de Santiago, fue de eso, de la locura heavy, de la locura en mala, de esa que no te deja vivir, ahora me quedo con la locura en buena, lo más frágil de esta; siempre locura claramente, cuando eso se me acabe, me empiezo a preocupar, sigo cantando a todo chancho mientras la gente me mira con cara de dedondesalioestepastel, sigo bailando frente a las viejitas que esperan al abogado, y sigo siendo el mismo patúo de siempre… el mismo de siempre.